Parábola budista explica porque la paciencia puede salvar tu vida

Más que una religión o una mera filosofía, el budismo es un conjunto de ideas y métodos que llevan a la liberación del individuo de sus peores opresores: el odio, la codicia y la ignorancia, ayudándolo a aprovechar su vida al máximo.

Tomando esto en cuenta el monje japonés Muju Dokyo escribió el Shashkishu, una colección de parábolas budistas.

La siguiente parábola habla sobre la paciencia como una gran virtud, algo que en nuestra época esta subestimada ya que la inmediatez por las nuevas tecnologías al intentar comunicarnos con alguien o buscar alguna información en internet es casi inmediata, sin embargo la siguiente historia nos recuerda que es necesario ser pacientes.

Matajuro Yagyu era hijo de un excelente espadachín, pero su padre lo desheredó pues creía que no tenía la destreza suficiente. Avergonzado, Matajuro se dirigió al monte Futara, donde vivía un famoso espadachín llamado Banzo.

Sin embargo, Banzo lo rechazó confirmando el juicio de su padre:

—¿Deseas aprender conmigo el arte de la espada? No cumples con los requisitos necesarios.

Pero Matajuro no se dio por vencido:

—Si me esfuerzo y trabajo duro, ¿cuántos años tardaré en convertirme en un maestro?

—El resto de tu vida —le respondió Banzo—.

—No puedo esperar tanto, pero estoy dispuesto a soportar cualquier dificultad si aceptas enseñarme. Si me convierto en tu sirviente, ¿cuánto me tomará aprender el arte de la espada?

—Oh, tal vez 10 años —le dijo el maestro—.

—Mi padre está envejeciendo y pronto tendré que hacerme cargo de él. Si me esfuerzo mucho más, ¿cuánto tardaré? —porfió Matajuro—.

—Tal vez 30 años —le respondió sonriente Banzo—.

—¿Cómo es posible? —preguntó Matajuro— Primero dices 10 y ahora 30 años. ¡Soportaré las pruebas más duras para convertirme en maestro en el menor tiempo posible!

—Bueno —le replicó Banzo— en ese caso tendrás que quedarte conmigo durante 70 años. Cuando un hombre tiene tanta prisa como tú, tarda en obtener buenos resultados.

—Muy bien, acepto —dijo el joven comprendiendo que el maestro le estaba reprochando su impaciencia—.

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