Desde hace más de 50 años, las diversas actividades cotidianas del ser humano han causado intensas afectaciones en la atmósfera como la retención de altas temperaturas que provocan cambios climáticos drásticos y perjudiciales.
La calidad del aire, el agua potable y la producción de alimentos son asuntos que se ven perjudicados por el calentamiento global, y desafortunadamente son elementos indispensables para la supervivencia de los seres vivos y especialmente de los seres humanos.
Debido a las altas temperaturas y por ende a la contaminación que ahora se encuentra en el aire, las enfermedades cardiovasculares o respiratorias pueden elevar su incidencia en las personas principalmente si se trata de los adultos mayores, o personas alérgicas al polen, incluso los casos de personas que ya padecen asma pueden empeorar su situación por los climas excesivamente calurosos.
Un estudio realizado por la OMS dos años atrás, arrojó cifras realmente alarmantes, ya que en este se estima que para los años 2030-2050, las alteraciones climáticas causarán 250,000 defunciones adicionales, de ellas 38,000 serán por exponer a adultos mayores a las altas temperaturas, otras 48,000 defunciones por diarrea, el paludismo también protagonizará 60,000 muertes; y finalmente 95,000 infantes fallecidos a causa de la desnutrición.
En pleno 2020 la lucha es comenzar por despertar la conciencia de cada ciudadano(a) respecto al daño causado al medio ambiente, para entonces sí actuar; una prueba desafortunada pero beneficiosa para el planeta es la falta de actividad humana ahora durante la pandemia, debido a ello, ríos, mares y el propio aire han comenzado a purificarse.
Aún queda tanto por hacer, y empieza desde la propia conciencia, antes de depositar la basura en la calles, aportar al consumismo o tardarte más de 20 minutos bañándote, reflexiona sobre las consecuencias que estos mínimos actos pueden generar.